Bueno, como lo prometí, voy a trascribir los 3 que me fascinaron en el libro Desiderata y otros textos inolvidables.
Esta es una oración escrita por un gran hombre, el general Douglas Mac Arthur, jefe supremo de las fuerzas estadounidenses en el pacifico durante la segunda guerra mundial, un hombre que en esa guerra probo las mieles del triunfo y la amargura de la derrota y que siempre fue un líder.
Dame ¡Oh Señor! Un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil y lo bastante valeroso para enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo; un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota honrada y humilde y magnánimo en la victoria.
Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando deba erguir el pecho; un hijo que sepa conocerte a ti... y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento.
Condúcelo te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los riesgos. Allí déjalo aprender a sostenerse firme en la tempestad y a sentir compasión por los que fallan.
Dame un hijo cuyo corazón sea claro, cuyos ideales sean altos, un hijo que se domine a sí mismo antes de pretender dominar a los demás, un hijo que aprenda a reir pero que también sepa llorar, un hijo que avance hacia el futuro, pero que nunca olvide el pasado.
… Y después que le hayas dado todo esto, agregale, te lo suplico, suficiente sentido de buen humor, de modo que puede ser siempre serio, pero que no se tome a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera sabiduría, la imparcialidad de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fuerza.
Entonces yo, su padre, me atreveré a murmurar: “¡No he vivido en vano!”
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